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Vivir en comunidad es un ejercicio diario de equilibrio entre los derechos individuales y el bienestar colectivo. Ruidos, obras, el uso de las zonas comunes o la tenencia de mascotas son focos habituales de conflicto que, si no se gestionan adecuadamente, pueden deteriorar la convivencia. Aunque la Ley de Propiedad Horizontal y los Estatutos de la comunidad establecen el marco legal general, a menudo son insuficientes para regular los detalles del día a día.
Aquí es donde el Reglamento de Régimen Interior (RRI) se convierte en una herramienta fundamental. Su objetivo principal es claro: establecer normas de convivencia y un uso correcto de los elementos y servicios comunes. No busca limitar, sino "velar por el interés de todos, de manera que los derechos de cada propietario (...) no menoscaben los derechos de los demás".
Una de las grandes ventajas de un RRI es su amplio alcance. Sus normas son de obligado cumplimiento no solo para los propietarios, sino también para "arrendatarios, usufructuarios, empleados o cualquier persona que ocupe las viviendas o locales comerciales, ya sea de forma permanente o temporal". El propietario es siempre el responsable final de que cualquier ocupante de su inmueble cumpla la normativa, y tiene la obligación de entregar una copia de estas normas a sus inquilinos.
Un buen reglamento, como el que sirve de ejemplo, aborda de forma clara y directa las situaciones más comunes que pueden generar roces entre vecinos. Entre ellas destacan:
Ruidos y Horarios de Descanso: Se establecen franjas horarias específicas para proteger el descanso, evitando ruidos excesivos, especialmente entre las 23:00 y las 08:00 horas.
Realización de Obras: Se fijan horarios concretos para las obras (prohibidas de 20:00 a 08:00 en laborables y hasta las 09:30 en festivos y fines de semana). Además, se prohíbe el uso del ascensor para escombros como norma general y se exige autorización para cualquier obra que afecte a la estructura o estética exterior del edificio, como los cerramientos de terrazas.
Utilización de zonas deportivas. Se deben establecer normas para el uso y disfrute de piscinas, pistas de pádel, etc.
Estética del Edificio: Para mantener una imagen uniforme y cuidada, el reglamento puede fijar criterios concretos. Por ejemplo, se puede establecer un modelo y color único para los toldos de las terrazas o prohibir el tendido de ropa en las terrazas principales.
Uso de Zonas Comunes: Se prohíbe explícitamente depositar objetos personales como bicicletas o carritos de bebé en rellanos y portales. También se incide en la seguridad, remarcando que las puertas de acceso al edificio deben permanecer siempre cerradas.
Animales Domésticos: Se exige que los animales circulen siempre atados por las zonas comunes y se obliga a los dueños a limpiar de forma inmediata cualquier suciedad que sus mascotas puedan dejar.
Garajes y Trasteros: Se especifica que las plazas de garaje son exclusivamente para estacionar vehículos, prohibiendo almacenar otros enseres. De forma muy relevante para la seguridad, se prohíbe conectar aparatos eléctricos como arcones frigoríficos en los trasteros o cargar vehículos eléctricos en enchufes comunitarios.
Otros: Pueden ser muy diferentes dependiendo de las características de cada comunidad, algunos asuntos podrían ser acerca del uso de terrazas, tabaco, antenas, zonas ajardinadas, etc.
La eficacia de un reglamento reside en su capacidad para ser aplicado. Por ello, debe contemplar un procedimiento claro en caso de incumplimiento. Habitualmente, este proceso se inicia con una amonestación por escrito por parte del Administrador de Fincas Colegiado. Si la conducta persiste, se pueden tomar otras medidas, como una segunda amonestación y, en última instancia, "el ejercicio de las acciones legales previstas en la Ley de Propiedad Horizontal".
Además, es fundamental establecer la responsabilidad económica. Cualquier rotura o deterioro de un elemento común por uso indebido "implicará la obligación de abonar el coste íntegro de su reparación" por parte del causante, y puede determinar cómo actuar frente a la morosidad estableciendo un porcentaje de intereses sobre el principal de la deuda o la asunción de determinados gastos de reclamación.
Lejos de ser una imposición, el Reglamento de Régimen Interior es un documento vivo que emana de la propia comunidad. Su modificación requiere el voto favorable de la mayoría de los propietarios, que a su vez representen la mayoría de las cuotas de participación.
En definitiva, contar con un Reglamento de Régimen Interior detallado y adaptado a las características del edificio no es un capricho, sino una inversión en calidad de vida. Aporta claridad, previene conflictos, protege el valor del inmueble y, sobre todo, fomenta un ambiente de respeto y buena vecindad. Es el manual de instrucciones para una convivencia armónica y feliz.
En Debrán Administraciones entendemos que la creación y aplicación de un Reglamento de Régimen Interior es un pilar fundamental para el bienestar de la comunidad. Afrontamos esta tarea con la máxima profesionalidad, trabajando de forma proactiva para anticiparnos a los posibles conflictos en lugar de simplemente reaccionar ante ellos. Nuestro enfoque se basa en la transparencia total, asegurando que todos los propietarios no solo conozcan las normas, sino que también comprendan su valor y el procedimiento para su correcta aplicación y si es necesario proceder a su mejora de forma continua manteniendo su utilidad. Esta dedicación por una gestión clara, ordenada y previsora se traduce directamente en lo más importante: una mejora tangible en la calidad de vida y la convivencia de los comuneros, fomentando un entorno armónico y revalorizando su propiedad.
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